CINE EN LA CASA MUNICIPAL DE CULTURA DE MIRANDA DE EBRO (BURGOS). JUEVES SEÑALADOS, EN SESIONES DE 18:00 y 20:30.
ORGANIZA LA ASOCIACIÓN CULTURAL OTROSOJOS EN COLABORACIÓN CON EL AYUNTAMIENTO DE MIRANDA DE EBRO

Jueves 26 de Marzo: SMOKE

El próximo jueves, 26 de marzo, proyectamos en la Casa Municipal de Cultura, dentro de la programación “Cine con Otros Ojos”, “Smoke”, de Wayne Wang, en sesiones de 6 y 8:30 de la tarde, con la localidad a 3´50 euros.

Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de Valentín Terrazas que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel.

Un abrazo, y hasta el jueves. Asociación Otrosojos.



SINOPSIS DE LA PELICULA:

Brooklyn, verano de 1987. Algunas personas que frecuentan el estanco de Auggie Wren le confían sus problemas. La rocambolesca historia de cómo consiguió su cámara fotográfica y de por qué se decidió a elaborar su singular colección de fotografías le dará por fin un argumento a Paul Benjamin, un prestigioso novelista que atraviesa una crisis. Por su parte, Paul ayudará a Rashid, un adolescente negro bastante desorientado que busca a su padre.



 
 
 
 
 
 
 
 
 
COMENTARIO :

Cuento de Navidad

Una mañana de noviembre de 1990, Paul Auster recibió la llamada telefónica de un responsable editorial del New York Times, Mike Levitas, pidiéndole que escribiera un relato que sería publicado en su suplemento especial de Navidad. Auster era ya, por entonces, un autor reconocido internacionalmente por títulos como Jugada de presiónEl palacio de la luna La música del azar. El escritor se comprometió a intentarlo y, durante los siguientes días, se atormentó preguntándose cómo podría cumplir el encargo sin construir un texto preñado de sensiblería, una posibilidad que aborrecía.
            Conforme se acercaba la fecha límite para entregar la narración continuaba sin encontrar un argumento. A punto de renunciar se produjo, sin embargo, un hecho aparentemente casual –cualidad tan característica, por otra parte, de su universo literario-: abrió una lata de Schimmelpennicks, sus puritos preferidos, y aquel gesto le llevó a pensar en el estanquero de Brooklyn que se los vendía, y más tarde -conforme a sus propias palabras- “en la clase de encuentros que uno tiene en Nueva York con personas a las que ve todos los días pero que no conoce realmente”. Acababa de vislumbrar el Cuento de Navidad de Auggie Wren. 
            El 25 de diciembre, el director Wayne Wang (El club de la buena estrellaLa caja chinaA cualquier otro lugar…) compraba en el supermercado de su barrio, en San Francisco, el último ejemplar disponible del suplemento navideño; por alguna razón, ese día no le habían buzoneado su suscripción al New York Times. Junto a algunos artículos que preludiaban la Guerra del Golfo, encontró el relato. Leyéndolo, se vio –conforme recordaría más tarde- “rápidamente sumergido en un complejo mundo de realidad y ficción, verdades y mentiras, toma y daca”. Tan pronto como llegó a la última línea, preguntó a su mujer: “¿Quién es Paul Auster?”.
            Cinco meses después, y tras haberse empapado en las obras del autor, Wang le visitó en su estudio de Brooklyn para proponerle hacer una película basada en su cuento. Auster, que admiraba el segundo largometraje del cineasta, Dim Sum, aceptó. Como tantos proyectos fílmicos, aquel empeño iba a resultar accidentado: durante cuatro años, el guión se reescribió una y otra vez, incluyendo nuevos protagonistas y tramas, fallaron algunas espectativas de producción, tanto Wang como Auster hubieron de apartarse periódicamente de su labor común para atender otros compromisos profesionales…
            Y un día, el director pudo dictar su orden: “cámara, acción”. Arrancaba Smoke. Para entonces, había reunido a un puñado de actores inmensos: Harvey Keitel, William Hurt, Stockard Channing, Forest Whitaker, los jóvenes Harold Perrineau Jr. y Ashley Judd… Intérpretes en estado de gracia cruzando los destinos de sus personajes en el estanco de la esquina de la Calle 3ª con la 7ª Avenida, rescatándose de pasados dolorosos, evolucionando empujados por hechos supuestamente fortuitos, regalándose dosis magníficas de ternura y compasión, experimentando una y otra vez la fragilidad de la vida. Mostrándonos la lección de cómo puede redimirse la culpa sometiéndose a la disciplina de fotografiar durante cuatro mil mañanas un mismo paraje que es, sin embargo, siempre diferente. Ofreciéndonos el monólogo impagable con el que Keitel, Auggie Wren en pantalla, narra el cuento de navidad más hermoso del mundo.

Valentín Terrazas