CINE EN LA CASA MUNICIPAL DE CULTURA DE MIRANDA DE EBRO (BURGOS). JUEVES SEÑALADOS, EN SESIONES DE 18:00 y 20:30.
ORGANIZA LA ASOCIACIÓN CULTURAL OTROSOJOS EN COLABORACIÓN CON EL AYUNTAMIENTO DE MIRANDA DE EBRO

Jueves 22 de Marzo: LA HISTORIA DEL CAMELLO QUE LLORA (V.O.S.)


El próximo jueves, 22 de marzo,  proyectamos en la Casa Municipal de Cultura “La historia del camello que llora”, de Byambasuren Davaa y Luigi Falorni, en versión original subtitulada.
Como siempre las sesiones serán a las 6 y 8´30 de la tarde, con la localidad a 2 euros.
Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de Raquel Sáenz de Buruaga que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel.
Asociación Otrosojos


Dirección:     Byambasuren Davaa y Luigi Falorni
Guión:             Byambasuren Davaa y Luigi Falorni
Interpretes:  Ingen Temee, Botok, Uuganbaatar Ikhbayar, Odgerel Ayusch, Janchiv Ayurzana

Mongolia - Alemania, 2003 - 90 min.





SINOPSIS

Una historia encantadora y única con grandes dosis de realidad, drama y magia. Narra las aventuras de una familia de nómadas en el desierto de Gobi (Mongolia) que tienen que afrontar una crisis cuando una camella rechaza a su recién nacido después de un parto difícil. Sin su leche materna, el pequeño camello no sobrevivirá así que, conforme a un antiguo ritual, llaman a un músico vecino de un pueblo remoto para realizar un ritual que consiga que la madre se haga cargo de su cría. Además de volver a unir a la madre con su recién nacido, la leyenda del peculiar ritual dice que éste tiene como efecto secundario hacer que la madre llore.



Camellos contra globalización



En la evolución humana, la transición de la vida nómada a los hábitos sedentarios ha supuesto, para el avance de las sociedades, la búsqueda del desarrollo de prácticas que fueran más allá de la estricta supervivencia o perpetuación de la especie. Aunque el sedentarismo permanece consolidado desde hace siglos, todavía perviven en algunos rincones del planeta grupos nómadas que viven al ritmo del crecimiento de los pastos de su ganado, como ocurre en las inmensas praderas de Mongolia. Para nuestra mentalidad occidental -especialmente, la ibérica-, que tiene como meta vital la consecución de un piso en propiedad y “vive al ritmo del crecimiento de su hipoteca”, La historia del camello que llora nos enfrenta a una realidad bastante más exótica. Asistimos al espectáculo de la sencillez, con la pura subsistencia como coreografía, protagonizado por unos seres -humanos y animales- envueltos de una innata dignidad.
     En el desierto de Gobi, una camella no acepta a su cría recién nacida. Gran problema. Este suceso es el pretexto para hacer discurrir ante nuestros ojos la vida cotidiana de un familia mongola que alberga cuatro generaciones, y poder observar cómo influyen los nuevos tiempos, la inevitable globalización que se solapa con rituales mágicos -o no tan mágicos- donde la música es empleada como agente resolutivo. Éste, es un documental con formato de ficción: contiene introducción, nudo y desenlace. Sus creadores, Byambasuren Davaa y Luigi Farloni lo realizaron como proyecto de la Escuela de Cine de Munich cuando eran estudiantes de Dirección. Davaa nació en Mongolia en 1971 y pertenece a la primera generación sedentaria de su familia. Por eso la película es un documento auténtico, aunque tal vez muestre una visión demasiado dulce de un tipo de vida tan dura. En cualquier caso, la obra respira amor hacia una forma de existencia primigenia que se debate, a su vez, por querer saber del resto del mundo, como demuestra el anhelo de los más jóvenes que fantasean con la posibilidad de tener una televisión. La reivindicación modernizadora que asumen la nuevas generaciones de nómadas mongoles, mahoríes en Nueva Zelanda (como vimos en Whale Rider), u otras tribus de África o Suramérica, provoca un delicado proceso donde lo deseable sería conservar el patrimonio cultural ancestral y aprovechar la calidad de vida del siglo XXI; poder seleccionar aquéllo del mundo desarrollado que realmente sirva para vivir mejor y no sólo para consumir más.
     La encantadora familia protagonista vive en el desierto de Gobi, los vecinos más próximos suelen estar a unos 50 km. Tienen 60 camellos y unas 300 ovejas y cabras. El rodaje se desarrolló a lo largo de 23 días en marzo de 2002, época de la paridera de los camellos. No obstante, por la frescura y complicidad de los protagonistas con la cámara se intuyen muchas más días previos de convivencia de los autores con esta familia y sus animales. La película es más que un documento etnográfico, es un poema elegíaco, una despedida. Tal vez, por eso lloran los camellos.

Raquel Sáenz de Buruaga

 
   

Jueves 15 de Marzo: PARADISE NOW


El próximo jueves 15 de marzo, proyectamos en la casa municipal de cultura "Paradise Now", de Hany Abu-Assad, en sesiones de 6 y 8'30 de la tarde.
Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de Roger Casas que editaremos como ficha y una reproducción del cartel.

Hasta el jueves. Asociación Otrosojos.



Dirección:     Hany Abu-Assad
Guión:             Hany Abu-Assad y Bero Beyer
Interpretes:  Kais Nashef, Ali Suliman, Lubna Azabal

Palestina - Holanda - Alemania - Francia, 2005 - 90 min.





SINOPSIS

Dos jóvenes palestinos, Khaled y Said, amigos desde la infancia, son reclutados para inmolarse en un atentado suicida en Tel Aviv. Después de pasar una última noche con sus respectivas familias y sin poder despedirse de ellas, les atan bombas al cuerpo y les llevan hasta la frontera con Israel. Pero las cosas no salen como se esperaba y acaban por separarse. Cada uno deberá enfrentarse a su destino y a sus convicciones.
La película, rodada en Nablus, muestra el día a día de personas en circunstancias desesperadas. Explora las razones legítimas que llevan a enfrentarse a la ocupación.




De mártires y terroristas


 
Aparentemente, Said (Kais Nashif) y Khaled (Ali Suliman) son dos jóvenes palestinos normales y corrientes, que pasan la vida como pueden en Nablús, en el centro de la Cisjordania ocupada por Israel. Una noche, un enlace les comunica que el momento esperado ha llegado: al día siguiente ambos deberán infiltrarse en territorio israelí con el fin de llevar a cabo un ataque suicida contra un puesto militar en Tel Aviv. Said y Khaled pasan una última noche junto a sus familias, y se preparan para la acción: graban vídeos en los que (no sin problemas) dan testimonio de su determinación, reciben una última comida, les son colocadas las cargas explosivas alrededor de la cintura.
     Así comienza Paradise Now, el filme del palestino Hany Abu-Assad que explora las complejas motivaciones ocultas tras los actos de un terrorista suicida. Pese a lo que pudiera parecer en un principio, Abu-Assad no presenta en la película una visión positiva de la violencia, sino tan sólo pone de relieve que en determinadas circunstancias ésta se convierte en el único recurso posible para aquellos que han sido desprovistos de cualquier otro tipo de vía de acción política. La película evita en cualquier caso las conclusiones fáciles: ofrece una imagen ambigua de las organizaciones palestinas involucradas en la violencia y de sus líderes, y el personaje de Suha (Lubna Azabal) representa una posición favorable a la negociación y opuesta al uso de la violencia. Pero a Abu-Assad no le interesa presentar un discurso políticamente correcto, y el dramático final de Paradise Now enfatiza las brutales consecuencias que la ocupación israelí tiene para la vida de los palestinos.
     El accidentado rodaje de la película en los territorios ocupados incluyó explosiones de minas y lanzamiento de misiles por parte del ejército israelí junto al lugar de rodaje, o el secuestro por parte de un grupo armado palestino de un miembro del equipo, que sólo fue liberado tras la intervención de la oficina de Yasser Arafat. Preguntado acerca de todo ello, Abu-Assad ha reconocido que “si pudiera retroceder en el tiempo, no volvería a hacerlo. No merece la pena arriesgar la vida por una película”.
     A pesar de todos los problemas, Abu-Assad logró su propósito de crear una obra compleja y que escapa a las categorizaciones simplistas: Paradise Now película financiada por varias productoras europeas, se convirtió en 2006 en el primer filme palestino nominado como candidato a un Globo de Oro a la mejor película en lengua extranjera, y en el primero en ganarlo. Por su parte, la nominación de Paradise Now en la misma categoría de los Óscar provocó una acalorada polémica entre el director palestino y la organización de los premios acerca de la denominación oficial que habría de darse a Palestina, que técnicamente no es considerado un estado soberano; finalmente la organización optó por considerar el filme como representante de los “Territorios Palestinos”. Varios grupos israelíes protestaron contra la inclusión de la película entre las nominadas, pero la obra se mantuvo finalmente en competición. Aunque Paradise Now no logró el premio a Mejor Película Extranjera, sí que ha cosechado varios otros importantes premios en el Festival de Berlín y los Premios del cine Europeo de 2005, así como en otros festivales europeos y norteamericanos.

Roger Casas


   

Jueves 8 de Marzo: LLAMANDO A LAS PUERTAS DEL CIELO


El próximo jueves, 8 de marzo,  proyectamos en la Casa Municipal de Cultura  “Llamando a las puertas del cielo”, de Wim Wenders, en sesiones de 6 y 8´30 de la tarde, con la entrada al precio de 2 €.
Adjuntamos la sinopsis de la película facilitada por la distribuidora, el comentario de Vickie Olsen que editaremos como ficha, y una reproducción del cartel.
Asociación Otrosojos.


Dirección:     Wim Wenders
Guión:             Sam Shepard
Interpretes:  Sam Shepard, Jessica Lange, Eva Marie Saint, Tim Roth, Sarah Polley

Estados Unidos, 2005 - 122 min.

Mayores de 13 años



SINOPSIS

Howard Spence, antiguo ídolo, amado por muchas mujeres, ha tenido una vida plena de relaciones agitadas, escándalos, etc.
Con más de 50 años ya cumplidos, su vida transcurre entre la bebida, las mujeres y el hastío de si mismo. En la puerta de su casa rodante, ha colgado un letrero que dice: "No vengan llamando", que también podría interpretarse como la llamada de socorro de un ser solitario que al final desea ayuda y comprensión. De repente se da cuenta de su vacío interior y emprende una búsqueda de sus raíces y seres queridos, que lo llevan a prácticamente estar "llamando a las puertas del cielo".


Un alemán en el Oeste

El western está considerado por los estudiosos del cine de Hollywood como el género más genuinamente americano. Desde principios de la industria cinematográfica, los inmigrantes judíos recién llegados de Europa filmaban en los escenarios de cartón piedra de sus estudios neoyorquinos las primeras películas del Oeste cuyo éxito entre los espectadores garantizaba apetitosos beneficios. Fue precisamente el empeño de los grandes estudios en aumentar y mejorar la producción, especialmente de este género, lo que les llevó, a partir de los años veinte, a trasladar sus estudios a California donde tenían a mano los grandes espacios del Oeste para filmar sus historias. De hecho, la trayectoria que siguieron estudios como Warner, Paramount, Columbia o RKO era la misma que habían tomado los pobladores de las tierras indomables al oeste del Mississippi a lo largo del siglo XIX en su afán de cumplir con lo que consideraban su "destino manifiesto", un deber impuesto por Dios para que el pueblo americano conquistara y civilizara el continente de costa a costa, desde el Atlántico al Pacífico.
    Visto desde esta perspectiva, es evidente que el western tradicional viene a reafirmar aquella idea de la conquista del Oeste como algo heroico y necesario a pesar de la violencia y el dolor que le acompañaba. El cine de John Ford, por ejemplo, alentaba esta creencia a través de los personajes estelares interpretados por su actor preferido, John Wayne; además, en la vida real tanto Ford como Wayne mantenían posturas ideológicas afines a las de los vaqueros de sus películas. Curiosamente, la fuerza de los distribuidores del cine americano logró que los planteamientos del western transpasaran las fronteras de los Estados Unidos para entrar de lleno en el imaginario de todos aquellos espectadores que los veían en sus salas locales. Incluso aparecían directores de fuera que, con más o menos fortuna, intentarían captar el espíritu del género como los espagueti western de Sergio Leone realizados en tierras de Almería en los años sesenta o el gran clásico Los siete samurais (1954), filmado por el director japonés Akira Kurosawa.
    Pero, con el paso del tiempo, ha habido una revisión del género del western. El tono triunfalista que aupaba al hombre blanco que lograba domar no solo las tierras salvajes sino los indígenas que las habitaban se ha vuelto crítico con la historia del Oeste. Bailando con lobos (1990) de Kevin Costner rompía las reglas del género al ofrecer una mirada diferente en que el oficial de caballería abandona su misión para terminar integrándose en la tribu cuya destrucción debería haber conseguido. Más crítico aún es la sugerente película de Jim Jarmusch Dead Man (Hombre Muerto) (1995), que muestra la brutalidad de la agenda civilizadora del "estúpido hombre blanco" en América frente a la espiritualidad de los pueblos indígenas.
    La última película del director alemán, Wim Wenders, Don't come Knocking -título mal traducido como Llamando a las puertas del cielo (2005)- es otro ejemplo de cómo el género del western ha conseguido fascinar más allá de las fronteras de Estados Unidos. Desde la primera película que ubicó en América -París, Texas (1984), que se llevó la Palma de Oro en Cannes ese año-, Wenders ha intentado proyectar una visión de la cultura americana a través de su mirada de forastero. Aquí ha vuelto a contar con Sam Shepard, que fue guionista de París, Texas. Shepard también hace de protagonista en Llamando a las puertas del cielo, un vaquero de ficción, un actor que abandona el plató para ir en busca de la vida real que abandonó años atrás. Wenders mima la puesta en escena, haciendo un homenaje al cine de Ford con sus tomas panorámicas de un Oeste monumental e impresionante. La película no recibió la Palma de Oro en Cannes en 2005 para la que fue nominada, pero su cinematógrafo, Franz Lustig, fue galardonado con el premio a la Mejor Fotografía en los Premios Europeos de Cine. Esta historia de un viejo americano desengañado con su rol de héroe de papel en una saga repetida durante generaciones para reafirmar lo acertado de una agenda política desastrosa no gustó demasiado a los críticos estadounidenses. Puede que este sea un buen motivo para verla.

Vickie Olsen